Uno de los aspectos más importantes en cualquier planificación deportiva es la correcta «asimilación de los entrenamientos» para tener una progresión eficaz y segura.
Para ello, es de vital importancia el segundo principio básico del entrenamiento, el principio de estímulo eficaz, para poder controlar y cuantificar la magnitud del estímulo que aplicamos en el deportista. Esta magnitud debe estar entre unos márgenes en relación al nivel del deportista ya que si el estímulo es ínfimo, el deportista no progresará conforme a su estado actual de condición física, y si el estímulo es desorbitado, este no produciría adaptación y podría derivar en una lesión.
El concepto de estímulo no se refiere exclusivamente a una sesión, sino también a la carga de un contenido dentro de una sesión.
Por ello, debemos saber la condición física actual de nuestro deportista y aplicar correctamente la magnitud del estímulo en función de la mejora que queramos obtener.
En entrenamientos de resistencia o de fuerza, se suelen cometer errores porque en muchas ocasiones no se valora el estado inicial o actual del deportista y aplicamos una magnitud normalmente mucho mayor que no provoca adaptaciones, pero sí lesiones o notables agujetas.